Desde ese momento todo cambió. Encontré más amigos en primaria a quienes les gustaba el mismo deporte, logramos que hubiera equipo por primera vez en la historia de la escuela y compraba todo video y póster que llegaba a Martí. Dentro de esos videos, me gustaba muchísimo la onda desmadrosa de Malone (cuando era joven y buen pedo) y fue mi jugador favorito un rato. Cabe resaltar que yo no le iba a ningún equipo, me mamaba Malone y me cagaba que Jordan ganara todo pero no tenía un equipo como tal. Y todo iba bien, no ganábamos un solo partido pero nos encantaba jugar, compramos canastas en el Price Club y las pusimos en nuestras casas y de vez en cuando nos juntábamos a ver un juego.
De la nada, surgió un equipo llamado Orlando Magic. Totalmente noventero y novedoso. En él jugaba un novato llamado Shaquille O'Neal, novato que destrozaba tableros, oponentes y nunca dejaba de sonreír o de ser un niñote. Fue ahí cuando supe que Malone sólo me gustaba, que para tener un jugador favorito había que sentir lo que sentía cada que veía al Shaq jugar. No por nada todo sexto de primaria fui a la escuela con chamarra y gorra del Magic todos los días. Pregúntenle a mis amigos, hasta salgo en la foto de generación con esa maldita gorra.
En fin, Shaq llegó, me voló los sesos, hizo que todos nos matáramos por su tarjeta Upper Deck y me hizo el dueño de uno de los mejores pares de tenis de basket de la historia:
De haber sabido lo que sé hoy, jamás los hubiera tirado.
Así pasó el tiempo hasta que elegí a un equipo, Los Lakers de Los Ángeles. Ya no le iba a un jugador, finalmente le iba a un equipo. ¿La razón? Fácil, pero eran 3 razones: Eddie Jones, Nick Van Exel y Cedric Ceballos. 3 Lakers cuyo juego amaba y todo bien ahí.
Pasó el tiempo y los astros se alinearon para que mi jugador favorito aterrizara en mi equipo favorito. 1996, Shaq llega a LA. Eventualmente llegaría Kobe y yo viviría los mejores años que he tenido como fan del basket y de los Lakers. Todavía recuerdo estar viendo la final de conferencia contra Portland en casa de un amigo mientras estudiábamos para finales. Todos estudiaban y yo veía el juego en la sala junto a su papá (a quien yo le cagaba y el también a mí). Me acuerdo de estar nervioso con mi jersey de Jones puesto, parado, mordiéndome las uñas y en el momento que pasó ese alley-oop, grité, salté y me importó un huevo estar junto al dueño de la casa, festejé como quinceañera naca cuando le dicen que sí le consiguieron el vestido de Las Chivas.
De ahí ya saben, 3 títulos con LA, un MVP, un título con Miami y el fade out de su carrera vía Phoenix - Cleveland - Boston.
Hoy se retiró su número en Staples y estuvo cabrón. Como fan hardcore de la NBA, nunca había vivido este momento. Ver al jugador responsable (junto con Bird) de hacerme amar a un deporte de tal manera, parado, viendo cómo retiran su jersey, me llegó. Sí se me hizo un nudo en la garganta, me conmovió un chingo ya que son cosas que sólo había visto en videos viejos o programas especiales. Jamás lo había visto en vivo y menos de un jugador tan importante para mí.
Podría seguir escribiendo porque realmente hay mucho que decir de Shaq, más bien, hay mucho que quiero decir de él. Su actitud en Orlando, su dominio en LA, el que no existiera un jugador capaz de detenerlo, su sentido del humor, su grupo de rap los Fu-Schnickens, su juego de video Shaq Fu, sus películas Blue Chips con Penny, Kazaam, Steel, sus miles de apodos y eventualmente todo el desmadre que echó en los All-Stars y ahora como comentarista. Shaq es un personaje único que estoy seguro le cambió la vida a muchos niños ahora hombres aparte de mí y por ello, siempre le estaré agradecido.
Por algo, y sin saberlo, ya le iba a los Lakers desde el 91.
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